lunes, 23 de abril de 2012

La feria del libro de Bogotá

Un aspecto de la Feria del Libro de Bogotá
                                                                                                                        (Foto tomada de internet)
En una rápida visita a la feria salta a la vista el talante que está tomando, al menos desde lo comercial, un ambito cuya importancia para las letras es decisiva.

Ayer fue el primer domingo de la Feria. Uno de esos días que congregó a miles de visitantes. Familias enteras, grupos de jóvenes, parejas de solteronas asidas del brazo, veteranos con conyuges y todo el variopinto paisaje humano de la ciudad, donde de suyo no hay  mucho que hacer en un domingo cualquiera, atiborró los cada vez más generosos espacios del recinto ferial. Un panorama que, por momentos, hacía pensar en que la lectura entre nos, más allá de las desoladoras cifras de la Camara Colombiana del Libro, tiene esperanzas. No obstante, bastaba con echar una ojeada a lo que ocurría en cada stand para darse cuenta de que las rebajas son las  protagonistas de un mundo que, en una paradoja, intenta establecer una auténtica cultura del papel impreso y se diría que, en consecuencia, una correcta relación entre valor y satisfacción o eso que los gringos llaman value for money.

No deja de sorprender que los espacios que en años anteriores ocupaban grandes editoriales, que han desaparecido o se han contraído, han sido colonizados por una nueva estirpe que, en aras de generar un volumen, ofrece los libros a precios increiblemente bajos. No es difícil, por ejemplo, hallar ejemplares por 10 o 15 mil pesos que los puestos de las editoriales de origen valen 60 o 70 mil pesos. Los stands de los placistas, como se le llama en el argot editorial a esos distribuidores, abundan en toda la Feria y  hacen parte del sistema . Es fácil identificarlos: los recintos que ocupan no tienen ningún atractivo;ellos van a lo suyo que es hacer dinero, tal vez mucho dinero, sin crear imágenes corporativas o un sentido de marca. Lo perverso del asunto es que los surten las mismas grandes editoriales con las que compiten y que les venden los libros a precio de remate o tal vez de costo. Los damnificados, en esa forma de piratería institucional y desde luego aceptada, desde luego son los autores .Y no se trata ni mucho menos de editoriales de poco nivel:  en la mercancía que exhiben esos mayoristas se ven los grande nombres de la industria y en sus mostradores hay  torres de libros con sellos de gran prestigio.

Si bien es cierto que hay editores, como Alfaguara y Aguilar por ejemplo, cuya ausencia de los mostradores de los placistas pone de presente que no ha entrado en el juego, casi todos los demás, salvo algunos pequeños y más bien artesanales, son los alimentadores de ese mercado de saldos en un gigantezco error de mercadeo que, tarde o temprano, termina por volverse contra ellos. De hecho le estan diciendo a usted lector avezado queno sea tionto, que vale la pena que se espere un poco; a lo mejor dentro de un año o algo menos podrá comprar una de esas novedades que le interesa y se ahorrará acaso hasta un 85% del precio de lanzamiento. Entre tanto, si de leer se trata, puede adquirir a precio de huevo una publicación del año pasado o del anterior. No se preocupe: la literatura no es un almanaque. Incluso hay una gigantezca librería, con sucursales en toda la ciudad, que se dedica al mismo negocio y que tiene dos enormes pabellones erigidos en función de las ofertas y al menos uno o dos stands más donde ofrecen esos saldos que, en su caso, deben de adquirir en el mercado internacional. A menudo se encuentran títulos que no se han visto en librerías locales y que pertenecen a editoriales que no se distribuyen por aquí. Y a fe que muchos de ellos son de interes y si de leer se trata se puede hacer por muy poco dinero, aunque luego usted no aparezca en las encuestas de la Camara del Libro. Al fin de cuentas ¡qué le importa!

Es de anotar que el gran libro de lujo, ese que solía llamarse cofee table book es hoy en día un baratija. Y por supuesto son las mismas grandes editoriales las que los rematan. Una de ellas, los ofrece a montones muy cerca del ingreso principal del pabellón más importante del recinto ¿Será que las mesitas de centro de todas las casas ya están llenas? o ¿qué no hay espacio para almacenar los grandes formatos? En todo caso las ofertas son increibles: lo que en otras circunstancias se hubieran considerado auténticas joyas bibliograficas, que como todo el mundo sabe no son para leer sino para mirar o para dejar al desgaire por ahí, se encuentran a precios tan irrisorios como poco más de lo que vale la edición de una revista semanal. Una ganga que, por otra parte, pocos quieren adquirir.

La sensación con la que se sale de la Feria es que a pesar del gentío que la atiborra, por la desaparición de sellos editoriales, por el mercado persa que ha ido protagonizando el libro, por la aparente ninguna seriedad en el asunto de los precios,  por el desorden de la oferta, por el crecimiento evidente de los mayoristas de saldos; por el incremento absurdo y engañoso de los títulos de superación personal y de astrología, que tanbien cuenta; por la frivolidad y la especulacíon; por el engole de muchos escritores que, frente a un mercado en eviente contración de cara a otras circunstancias mediáticas, se exhiben como pavos en los stands y en las salas de presentaciones, el mundo editorial está atravezando por un momento extraño y acaso crítico. Quizás sea el presagio de uno de esos grandes cambios que, a pesar de lo que se pensaba hace pocos años, empieza a subrayar la aparición de nuevos caminos de acercamiento a la cultura,. y desde luego a la literatura, mucho más asequibles y en todo caso menos almidonados. Algo parecido a lo que ocurrió en 1452 cuando surgió lab imprenta. Cabe preguntarse sin embargo: ¿la función de una Feria como la mencionada es competir con las librerias de una ciudad? o más bien ¿establecer unos ambitos de negocios que van más allá de realizar la venta de unas cuantas ofertas? En la de Bogotá, no parece estar muy claro cuál es el propósito...


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