jueves, 29 de marzo de 2012

Una obra para disfrutar


La profundidad de la obra de María de la Paz 
 va mucho más allá de lo aparente

La última exposicion de Maria de la Paz Jaramillo, que se inauguró en el bello espacio de la galería Alonso Garcés, produce una gratísima sensación de frescura.

Desde el colorido que sugiere una aproximación casi mágica, y en todo caso insolita habida cuenta de la grisalla que abunda en la estética local, a ese contorno lleno de implicaciones tropicales que en realidad nos pertenece, las pinturas recientes de María de la Paz, que pueden disfrutarse en la Galería Alonso Garcés en la 5 con 26 A, permiten inmiscuirse en la ironía, en el humor a veces cáustico y en todo caso crítico que ella, en un recorridode largo aliento y de una coherencia  absoluta, ha venido cultivando sin tregua para dar testimonio de esa otra Colombia: de la que baila con los sones cubanos y suspira con las canciones de Olimpo Cárdenas; de la que se goza las rocolas en las discotecas ancladas en los plachones del Magdalena, va de vacaciones a San Andrés  para ver que compra y usa vestidos escotados en el día de las secretarias o para pasar el año nuevo, con unas cuantas valijas en la mano, dándole la vuelta a la manzana. De esa Colombia que, a la postre, es la que en realidad cuenta y la que todos llevamos en las entrañas.

Suspicaz, inteligente, de una frescura a toda prueba y muy entretenida es una obra que se vincula, por decisión y porque existe una influencia inegable, con los grandes del pop art: Warhol, Rauschemberg y Lichtestein, pero que ha nacido del ingenio; de buscar como fuente lo popular en un sentido local, o quizás lo neo popular pero que está inmerso en la lúdica y en la nostalgia de un entorno y afectado por la influencia a menudo enriquecedora y otras demoledora de lo mediatico. Se trata de recrear atmósferas que parecen cada vez más cosmopolitas aunque le pertenezcan a una dimensión muy próxima, y sin embargo de revisar un sistema de valores estéticos que ha dejado atrás cualquier huella étnica para encontrar nuevos derroteros retroalimentados por una amplitud de influencias externas y aún por la saga de la globalización.  

Los personajes,  lánguidos, de brazos alargados como si tuvieran un parentezco con aquellas otras figuras que concibió Modigliani; las aplicaciones de bisutería barata, que producen texturas de collage y sugieren atmósferas y, en pocas palabras, todo el universo que propone María de la Paz, con el color, con la pincelada, pero aderezado por las miradas de las protagonistas, por los textiles que usan y por los signos de unos ambientes muy peculiares pero nada extraños, resulta cercano aunque esté tamizado, como debe ser cuando hay una postura artística, por el prisma de una intención. Es el engranaje vital de una estética singular y, por momentos, conmovedora cuya fuerza reside en la aproximación a esa zona ambigua dde lo neo popular no sólo conocida sino a cuyos ámbitos, a lo mejor, también pertenecemos. En todo caso, no hay que perderse esta exposición que es como un caleidoscopio, lleno de color, de una realidad cercana y por momentos emocionante anunque al aproximarnos, de forma íntima y sin prejucios, quepa esbozar una leve sonrisa o, quién sabe, hasta un rictus de pesar.

Una vez en la galería no dejen de ver y de disfrutar  "la tienda" que concibió la artista para vincular los objetos de uso díario, como camisetas, chales, delantales o individuales, a ese cosmos que ha ido forjando en su obra para permitirle a aquellos que adquieran dichos utensilios, por no demasiado dinero, llevarse a casa un fragmento multicolor y sui generis que resume un planteamiento que por humorístico y cercano no deja de lado una hondura que lleva, sin duda, a la reflexión .

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