domingo, 18 de marzo de 2012

Zapatero a tus asuntos

En el programa "Yo Me llamo", divertido pero no mucho más, se presentó una supuesta émula de María Callas con un resultado que pone de presente que no hay que confundir géneros y, por lo tanto,  mantener los límites.

Aunque no soy demasiado televidente y me molesta engancharme con una de esas sagas interminables como suelen ser las telenovelas, los seriados y, peor aún, los inconducentes "reallities", alguien me dijo que en "Yo me llamo", el programa de Caracol donde se explota la capacidad de imitación del talento local, se presentaba una señorita que decía llamarse María Callas. Por tratarse de un quiebre lírico y, sobre todo, por referirse a una de las más grandes intérpretes tanto en lo teatral como en lo musical del siglo XX, de quien fue un verdero mito del bel canto, de una figura que en lo operístico era como un Cordobés en  la tauromaquia o de un Pelé en fútbol, para que entiendan los profanos, me dispuse a ver el programa para conseguir escuchar a esa intérprete sin duda ambiciosa y acaso atrevida. Amén de una producción de longitud torturante y de las boberías que tuve que escuchar y que me hacían a veces reír y otras retocerme de la indignación, por fin fuí testigo de las actuacionesde la presunta diva hasta cuando, demasiado tarde, los jurados tomaron la determinación de eliminarla.

De hecho han debido tomar esa decisión mucho antes o quizás lo indicado hubiese sido no dejarla paricipar: la citada concursante no se parecía en nada a ese verdadero monstruo del arte lírico que fue  María Callas. Inclusive le faltaba "pelo pa moña", y  un largo trecho por recorrer, para siquiera parecerse a cualquie primera figura del bel canto. Los desafines, la ninguna capacidad interpretativa, una dicción pésima, el manejo estentoreo de los matices y su poquísima capacidad de comunicación la hicieron parecer en cada momento como una estudiante si acaso o, en el mejor de los casos, como una comprimaría inexperta. Al principio me pareció un atrevimiento que se hubiera prestado para semejante farsa pero luego entendí que el únicos responsables del exabrupto fueron los miembros del jurado por desconocimiento.

El señor Martínez, que posa  de erudito  y que supongo que conoce a fondo lo popular, a pesar de pretenderse fanático de la ópera dijo toda suerte de barbaridades al referirse a Tosca -un título bastante elemental para cualquier conocedor- y a Giani Schichi (que se pronuncia eskiki y no esshiishii) ¡Mal precedente!. A la señora Grisales, con quien simpatizo porque en un país donde el aplauso capea a su libre albedrío se atreve a manifestar sin ambages lo que piensa, hay que decirle que aunque haya participado en un video de Placido Domingo no tiene al respecto mayor erudicción. Y en cuanto a la señora Álvarez, la más atinada en sus comentarios, resultó evidente que si bien conoce ese prodigioso intrumento que se llama la voz humana no tiene demasiada experiencia en el campo lírico, aunque al final la haya aceertado.


¿Por qué no apoyarse en un auténtico, profesor de canto por ejemplo, si es que hay que juzgar en un género tan especializado? Un poco de seriedad señores, no se puede confundir una profesión seria como es la música académica con los vallenatos canturreados de cualquier forma o con el oficio de un baladista que chupa micrófono o con uno de esos esperpentos que susurra sin el menor estilo ni categoría palabras de amor para fingirse bolerista. Disfrazar a una pobre muchacha, con más ingenuidad que conocimiento, con un vestido de satín barato y encaje ordinario y con una horrorosa peluca dizque de Condesa de las Bodas de Fígaro de Mozart -uno de los pináculos de la creación humana de todos los tiempos- o de Tosca -un título que ha conmovido a lo largo de más de 100 años a públicos de todas las latitudes- y enfundarla en un traje hecho de tela de cortina; y para completar acompañar a la pobre mujer con una versión musical deplorable de arias emblemáticas de un repertorio de la mayor dignidad musical, es una falta de respeto, por parte de los productores, con un género serio como pocos, ese sí universal, y que debido a sus exigencias no debería siquiera ser contemplado en un esquema cuya elementalidad salta a la vista. Y a los jurados: dedíquense a hacer lo que saben, hablen de lo que conocen y no se metan en honduras.

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