En una rápida visita a la feria salta a la vista el talante que está tomando, al menos desde lo comercial, un ambito cuya importancia para las letras es decisiva.
La subastas de arte están a la orden del día y cuando sale a la venta una obra paradigmática se conmocionan los mercados y, sobre todo, los medios de comunicación
Marina Abramovic y Antony, el cantante transgenerista en la última puesta de Bob Wilson,
De este director de teatro, que ha venido varias veces a Bogotá aunque no estuvo este año en Iberoamericano, se estrena una puesta en el Teatro Real de Madrid alrededor de la cual ya se plantea la polémica.
¿Se restringirán las veladas rutilantes de La Scala de Milán?
Si en Colombia a menudo la cultura ha llevado, como se dice "del bulto", Europa no parece ser la excepción. Ante la crisis que padece el continente ¡zas! hay que mocharle los recursos, adivinen a que: a la cultura por supuesto
32 rue Vandenbranden, o 2312 Oak Creek, o cualquier parqueadero de casas móviles, o carrera 17 con calle 22 ¿qué más dá? o al menos eso pretende demostrar la compañía Peeping Ton de Bruselas en un bello espectáculo al que, sin embargo, parece faltarle algo...
La profundidad de la obra de María de la Paz va mucho más allá de lo aparente
La última exposicion de Maria de la Paz Jaramillo, que se inauguró en el bello espacio de la galería Alonso Garcés, produce una gratísima sensación de frescura.
La producción de Peer Gynt, sorprendente, llena de recursos y de expresividad, de momentos incisivos, de gran belleza visual, con grandes actores, músicos en escena y toda suerte de sopresas es una producción para recordar.
Con el pre-estreno en una función semi-privada de Maria Barilla, un musical a la colombiana, se inició el Festival Iberoamericano de Teatro que, una vez más, llenará de cultura los escenarios, las calles y las plazas de Bogotá para refrescar la ciudad que, en los últimos años, ha ayudado a definir.
La exposición de Napoleón, que por estos días se lleva a cabo en el Claustro de la Enseñanza en la calle 72 de Bogotá, resulta interesante aunque un cierto tono digno de la revista Hola, que le otorga atractivo visual, le resta profundidad.
En el programa "Yo Me llamo", divertido pero no mucho más, se presentó una supuesta émula de María Callas con un resultado que pone de presente que no hay que confundir géneros y, por lo tanto, mantener los límites.
Bogotá es una ciudad de ángulos. Por momentos, uno se imagina que está en la más bella metrópoli del mundo cuando, por ejemplo, se mezcla el verdor lleno de alucinaciones de los cerros con algunos, muy pocos, hitos arquitectónicos.
Desde luego que si se desvía la mirada, unos milímetros más allá de una de esas atmósferas que no dudo en calificar de paradisiacas, es muy probable toparse con la versión local de alguno de los lugares más deprimidos que puedan imaginarse. A menudo, la basura, que siempre intimida, parece adueñarse de todo el alrededor y, sin embargo, casi enseguida cabe descubrir, acaso, el fragmento de un jardín con la capacidad de evocar las novelas de Charlotte Brontë o de sugerir alguno de los poemas de Shelley.
Vivimos sumergidos en un recodo lleno de contrastes y quizás sea en esas discrepancias donde reside uno de los encantos de una ciudad singular. Ahora bien, no hay derecho a que un desarrollo mal entendido, y un errático concepto de la estética, vaya acabando con esos rincones prodigiosos que por un instante tienen el poder de transponer el mundo del paseante y convertirlo en uno color de rosa. En ese sentido, empieza a vislumbrarse un auténtico desmadre de planificación que acabará por transformar en un caotico entorno a un paraje que, a lo largo de más de un siglo, amenizó la vida de los Bogotanos. De aquel parque que otrora solía llamarse del Centenario y que luego pasó a ser de la Independencia ya no va quedando nada.
El primer atropello fue demoler los pabellones, como el Egipcio, que sirvieron de ámbitos de exhibición durante la exposición que se realizó con motivo del primer siglo de la Independencia. Después el abandono, y un primer embate del urbanismo desaforado, estuvo a punto de llevarse lo que quedaba hasta que, en buena hora, cuando se construyeron las torres del parque Rogelio Salmona restauró, y salvó el alrededor, incluido el hermoso templete de reminiscencias francesas que hoy, frente al Museo de Arte Moderno, está a punto de desaparecer arrollado por el nuevo diseño de la veintiséis o por la absurda alteración de concreto del nivel original del jardín. Ni hablar de los horrorosos puentes peatonales que, por el oriente, limitan el parque y que cuando se observan desde la avenida tercera son como maculaturas del sosiego que sugería el encontronazo de Monserrate con el vergel ya centenario
¿Hasta cuando los bogotanos tendremos que seguir tolerando esos desastres que, un día, terminaran por arrollar sin remedio lo que en cualquier otra parte el mundo sería considerado patrimonio? Y lo peor es que a veces declaramos como bienes de conservación construcciones, barrios y lugares que no justifican siquiera una ojeada minúscula. !Que desatino!
Una noche, hace unos meses, en la Ópera de Roma ocurrió lo que usted verá enseguida y estoy seguro de que tuvo un efecto devastador sobre el futuro de Berlusconi...
La protagonista de las presentaciones en el Teatro Mayor Julio Mario Santo Domingo del Malandain Ballet de Biarritz fue la Orquesta Sinfónica Nacional de Colombia, salvo los desafines por las zonas de las cuerdas y de los cobres que hay que corregir.